Faltando pocas horas para que comenzara el partido más importante del mundial, algunos jugadores de la Selección Nacional Mexicana aparecieron ante los reflectores del mundo con el pelo pintado de rubio. Emulando el corte —o hairstyle— de Jesús “Tecatito” Corona, Miguel Layún, Javier Hernández y Carlos Salcedo se tiñeron la greña para jugar contra Brasil.
El resultado [Brasil 2-0 México] no deja de ser amargo pero me parece que el partido que jugó la Selección dista mucho de ser un mal partido. Los primeros 25 minutos hubo jugadas en las que el combinado nacional pudo llegar con idea hasta el área del scratch du oro, y por momentos parecía que se podía gestar una combinación astral para que México le anotara a un equipo donde el jugador que porta el número 10, cuesta más que toda la plantilla mexicana junta.
Brasil, por su parte, nunca mostró un dominio arrollador pero poco a poco pavimentó las carreteras necesarias a lo largo del campo para que sus delanteros encontraran un camino tranquilo hacia la portería del incansable Memo Ochoa. Si cada atajada contase lo que un gol…
En la película del partido, Neymar ganó la mejor actuación.
Me enamoré de pequeño del futbol que profesaba el gigante CONMEBOL, viendo los videos de un equipo que cargó la copa Jules Rimet en el Azteca: Carlos Alberto, Gerson, Tostao, Rivelino, Clodoaldo, Jairzinho, Britto, Felix —en la portería— y Pelé como artífice de una escuela hermosa de futbol, embelesaron al país y ganaron un lugar inamovible en el Olimpo de la pelota. Cuenta una anécdota que en el medio tiempo el entrenador de aquel equipo, Mario Lobo Zagalo, simplemente les decía: “Muchachos, ahora tiramos para el otro lado, ¡vamos!.
Asimismo me tocó ver la consagración de la selección brasileira a la que muchos bautizaron con el mote de “Joga Bonito”. Ronaldo, Dinho, Roberto Carlos, Adriano, Rivaldo, Cafú, Kaká y otros genios del balón que rondaron entre las convocatorias de un equipo que levantó la copa del mundo en el 2002 y siempre daba miedo enfrentar.
Layún y Chicharito / Foto: Getty
El Brasil contra el que jugó México tiene una mística distinta al de estos dos momentos de su historia. No olvidemos que es un equipo extraordinario que revirtió y se sobrepuso al 1-7 que Alemania le asestó en su casa, en su Mundial.
Así como me parece injusto comparar a Messi con Maradona, tampoco puedo ver juntos a Ney y Pelé, aunque vengan de la misma cuna angelical. Nadie niega que Neymar es uno de los mejores jugadores del mundo, pero no deja de ser desgastante ser su rival simbólico y ver las innumerables caídas inocentes a lo largo del partido; me cuesta aceptarlo pero es parte de su estilo de juego. Ney es un jugador que solo necesita un par de oportunidades para desarmar en su totalidad la defensa de cualquier equipo rival, como lo hizo con la de México.
En las (in)explicaciones sobre la derrota se me ocurre una pequeña paradoja. El error fue con Suecia: Osorio no rotó, sucumbiendo ante la presión de todos, los medios y el vox populi, quienes criticábamos ese estilo de juego y al cambiarlo nos tocó bailar con la mas fea. La convocatoria de los 23 jugadores que se llevaron para el mundial fue una combinación de tres equipos distintos para afrontar cada partido de la fase de grupos. No haber respetado su propio estilo de juego —esa filosofía que lo hizo invencible al frente de Atlético Nacional— por darle continuidad al once de lujo que jugó contra Suecia, terminó siendo contraproducente y ese segundo lugar de grupo será, sin duda una de las discusiones ad nauseam sobre nuestra más reciente eliminación.
El triunfo contra Alemania es la hazaña histórica más grande que se ha conseguido en los mundiales. Me faltarían párrafos para describir la felicidad que siento de que haya sucedido ese partido. Sin embargo es verdad que la Selección Alemana tuvo muchas dificultades para ganarle a Suecia y también perdió con Corea. No atravesaba, para nada, un buen momento. Tenemos que aprender, dentro y fuera del campo, que los partidos se juegan hasta el último minuto del último partido clasificatorio. Una vez más nos quedamos en la antesala de escribir historia y ganar los tres partidos de la fase de grupos.
Como aficionados a la pelota es importante aplaudir el Mundial de un equipo que estuvo bien dirigido, que le ganó al campeón del mundo y que hizo un muy buen partido frente a un contendiente a ganar el campeonato. Desafortunadamente la barrera del cuarto juego cobra una especie de aura psicológica que nos impide avanzar y no tener oportunidades claras de gol, incluso cuando atacamos con tres delanteros.
Por muchos momentos del partido parecía que la serie de pases que realizaba México no contaban con el color suficiente como para inquietar a un equipo brasileño que nunca se sintió avasallado. Parecía, curiosamente, que las ideas también se habían desteñido.
En espera del próximo Mundial y alentando siempre, aquí seguimos.
Por: Santiago Hernández Zarauz