Bien, como hoy parece que es día internacional del América (sí, no es para tanto, lo sabemos), hablaremos sobre él. No lo idolatraremos, tampoco escribiremos mal, simplemente nos referiremos a una legión familiar que ha dado muchas alegrías al cuadro azulcrema: los “Zague“.
Si mencionamos a una relación padre-hijo histórica en el cuadro de Coapa, hay una que gana los reflectores casi de inmediato (además de los Azcárraga), ellos son los brasileños Alves, comandados por José.
El “Lobo solitario”, como también se le conocía al mayor de los brasileños, llegó y debutó en 1962, ganándose el mote mencionado, debido a que era el único delantero del equipo. Además, marcó un antes y un después en la historia del club, al anotar en la inauguración del Estadio Azteca, en 1966.
Durante su estancia en Coapa, “Zague” obtuvo dos Copas México (1962-63 y 1963-64) y un campeonato de liga (65-66), además de un título de goleo en la misma campaña, al marcar 20 goles y 86 en toda su carrera azulcrema.
En el marco de la celebración por el centenario de los de Coapa, Alves padre asegura que “si pudiera volver a jugar lo haría en el América, siempre fui goleador. Mi misión era anotar goles […]”, pensamiento muy diferente a la de su vástago.
El cariño que se ganó de los aficionados, los títulos colectivos o individuales, no fue lo más importante que heredaría el “Lobo Solitario”. Lo mejor que pudo “regalarle” a México fue Luis Roberto, su hijo.
“Zague” hijo llegó a la Ciudad de México en 1985, meses antes del terremoto que sacudió a la capital mexicana y, aunque planteó regresar a Brasil, tomó la elección de quedarse (lo mejor que pudo hacer).
Aunque en un inicio las comparaciones eran obvias con su progenitor, Luis demostró (poco a poco) que él escribiría su propia historia con los de Coapa, para bien y para mal.
Jugó en dos etapas con las Águilas, la más prolífica de 1985 a 1996, donde obtuvo dos campeonatos de liga, tres de liga de Campeones de la Concacaf y también alzó el trofeo en la Copa Interamericana.
Aunque lo más relevante en el currículum del jugador mexicano (además de anotarle siete goles a Martinica), es ser el máximo goleador del conjunto crema, con 162 anotaciones. Algo que, en tiempo cercanos, será difícil que alguien iguale.
En 2003 diría adiós a las canchas de manera definitiva, pero volvería a estar ligado al club, como directivo, en 2005 y 2011, aunque no le fue nada bien en ese rol.
“[…] difícilmente volveré a poner un pie (en América), porque sí me quedé muy dolido por la forma en que me trataron”, señaló el ex delantero, refiriéndose a cómo se dieron sus salidas, como jugador y presidente deportivo.
A diferencia de su padre, Luis Roberto sí tiene una espina clavada en el orgullo, gracias al equipo amarillo, por las últimas experiencias vividas en el Nido.
Sin embargo, nadie lo puede dudar, el cariño de ambos “Zagues” al “equipo de sus amores” es incondicional. No por nada son dos de los máximos referentes en los 100 años de historia y la afición los recuerda con los honores que merecen.