Considerado el mejor lanzador de tiros libres del mundo; formó parte de la Era Galáctica del cuadro merengue; campeón de grandes torneos como la Champions League, Premier League, Copa MLS y LaLiga; pasó por el Manchester United, el Real Madrid, Los Angeles Galaxy, el AC Milán y el París Saint-Germain… Este es parte del currículum deportivo que David Beckham puede presumir.
Pero el inglés también se puede jactar de ser todo un fenómeno económica. Durante su época como futbolista llegó a ser el mejor pagado de la liga de Estados Unidos al recibir 6.5 millones de dólares al año; y a nivel internacional, en el 2004 fue el que tenía el mejor sueldo del mundo gracias a la publicidad.
En este sentido, fue considerado uno de los jugadores pioneros en hacer su imagen rentable gracias a la mercadotecnia y la moda, ámbitos en los que actualmente continúa activo.
Grandes marcas apostaron por él gracias a su versatilidad y constantes cambios de look. Era común verlo en los partidos con las uñas pintadas, rapado, no olvidemos su trascendental mohawk o su man bun; y en las pasarelas o espectaculares de H&M, Adidas, Hugo Boss hasta la FIFA y UNICEF con sus accesorios y tatuajes.
Tras su retiro y al casarse con Victoria Beckham, el emporio creció al grado de tener sus propias colecciones y hasta llegó a comprar su propio equipo de futbol: el Inter de Miami, el cual militará en la MLS.
Parte de la última colección femenina de David Beckham. (Imagen: Getty)
Como dijimos antes, David Beckham lo comenzó todo. Deportistas como Cristiano Ronaldo, Neymar, Rafael Nadal y Lewis Hamilton siguieron su ejemplo y también tienen ganancias fuera de las canchas en industrias totalmente diferentes a las suyas.
En su momento, compañeros suyos también quisieron copiarle y comprobaron que costaba algo caro. Cicinho fue uno de ellos, quien durante una entrevista aseguró que en su época con el Madrid gastó miles de euros en una tienda del inglés todo para seguir su estilo.
“Llegué al lugar, me probé una chaqueta de cuero, una camisa y unos jeans. Decido comprar, le doy la tarjeta de crédito a la señora que me atendió y cuando voy a firmar le pregunto, ¿cuánto es? Creí que eran 2,500 caros que ya era muy caro pero eran 25,000 euros.
“No tenía familia, estaba soltero, no tenía hijos y lo terminé comprando. Me dolió en el corazón y obviamente nunca volví a esa tienda”, contó el brasileño.