La posición de portero es la más complicada. Ya lo dijo Eduardo Galeano: “Está condenado a mirar el partido de lejos. Sin moverse de la meta aguarda a solas, entre los tres palos, su fusilamiento”.
Así transcurren los minutos para un portero, en la soledad de la cancha. Si el arquero tiene poca proyección, imaginemos su entrenador, el encargado de pulir el diamante, el que aceita los resortes y agudiza la vista, a ese nadie lo recuerda.
Por eso en los recientes días se han hecho tan virales las rutinas con las que Diego Svery entrena a los jóvenes porteros de las divisiones inferiores del Dock Sud, un equipo que juega en la Primera C de Argentina. Lodo, fuego, barriles y toda clase de materiales son el apoyo del argentino para formar a los jóvenes arqueros.
El lodo imprime dramatismo y refleja la situación del portero: es el único que se tira por obligación y no porque le hayan dado un zancadilla.
Svery se ha sorprendido por la fama que ha alcanzado gracias a sus inusuales métodos, pero también ha sido atacado por utilizar rudeza innecesaria con los chicos, lo que lo llevó a disculparse a través de sus redes sociales y a absorver la responsabilidad si es que un día, con sus prácticas, le causó daño a alguien.
Sin duda la tecnología nos ha acercado a este tipo de situaciones que hasta hace algunos años nos eran ajenas. Ahora, desde otro país, podemos apreciar la pasión con la que un entrenador y exfutbolista de 38 años prepara a los que podrían ser los futuros porteros de la Albiceleste.
