Aunque no parezca, la Copa Oro sí sirve para algo

Sabemos que es difícil pasar de ver un Alemania-Chile en la Copa Confederaciones a un Matinica-Haití de la Copa Oro, pero aquí nos tocó vivir y en cuestión de una...

Sabemos que es difícil pasar de ver un Alemania-Chile en la Copa Confederaciones a un Matinica-Haití de la Copa Oro, pero aquí nos tocó vivir y en cuestión de una semana pasamos del champagne al refresco. ¿Pero en verdad es tan poca cosa el campeonato de la Concacaf?

Por más que se ningunee a la Copa Oro, lo cierto es que México ha basado su “éxito” internacional en este campeonato, pues gracias a sus siete trofeos puede llamarse Gigante de la Concacaf con argumentos. Por lo que, aunque sea un certamen molero para muchos porque se jugará contra Curazao, el prestigio de la Selección Mexicana en la zona es gracias a ese título, el más importante, cabe resaltar.

Por más que se quiera hacer menos al certamen, toma relevancia si se mira al futuro. ¿Cómo es que México llegó a Rusia 2017 y no Costa Rica? Sí, antes tuvo que ganar la Copa Oro (2015). ¿Obligación? Quizá, pero el trabajo se hizo. Las dudas quedan para Qatar 2022, ante la posible eliminación de la Confederaciones, aunque ese ya es tema para después.

Hablando de manera específica, la edición del 2017 también servirá para que los entrenadores nacionales encuentren piezas que no tenían (o no estaban consideradas) de cara al Mundial del 2018. Ayudará a que jóvenes mexicanos como Orbelín Pineda, Rodolfo Pizarro e incluso futbolistas experimentados como Erik “El Cubo” Torres le llenen el ojo a Osorio y terminen por ser considerados para la justa mundialista de Rusia.

El beneficio de la Copa Oro no se queda solo en la cancha, ya que también los bolsillos de las federaciones se ven incrementados. No de manera exponencial, ¿pero quién rechazaría 100 mil dólares por jugar la fase de grupos? Y México, que siempre llega con la obligación de ganar, se puede llevar un millón de pesos en caso de alzar el trofeo. El segundo 500 mil dólares, semifinalistas 150 mil y los que acceden a cuartos 125 mil dólares. Para algunos las cantidades son pocas, pero qué pensará Haití, Curazao o Guyana Francesa.

Las ganancias también se traducen gracias a los aficionados. En la edición del 2015 se tuvo un total de un millón de asistentes a los estadios, que dio como recompensa 60 millones de dólares para el país sede, que siempre es Estados Unidos. Para 2017 las proyecciones son similares, principalmente sustentadas por la gente de Latinoamérica, que tienen en este torneo la posibilidad de ver a su representativo al menos una vez cada dos años.

Incluso las casas de apuestas son parte de este torneo “molero”, donde México parte como el principal favorito con un +120 a su favor y Curazao es el que menos chances tiene, su +15000 lo demuestra.

El punto es que aquí todos ganan: país organizador, selecciones, apostadores, patrocinadores y aficionados (no todos). Por desgracia, muchas veces el futbol es el que no termina con un gran sabor de boca.

México llega a este campeonato con tres ríos por donde navegar, aunque ninguno de ellos lo dejará con saldo a favor. Si gana jugando bien, era obligación; si gana con dudas se criticará y si llega a perder de nueva cuenta le tocará linchamiento público a Osorio y pedirán su cabeza. Sin embargo, es la oportunidad perfecta para resarcir, en medida de lo posible, la medianidad que tuvo México en la Confederaciones y para seguir siendo los mandones de la Concacaf en el torneo más importante de la zona, cabe resaltar.

 

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